«Este es mi cuerpo para la vida del mundo»
« En aquel
tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno
come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi
carne para la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad les
digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tendrán
vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo
le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo
en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre,
también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como
el que comieron sus padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para
siempre.»
Jn 6, 51-58
Todos queremos sentirnos sanos y
saludables. Deseamos tener energía para hacer lo que queremos sin necesidad de lamentarnos
porque nos «falta el aire o nos duelan las articulaciones». Queremos sentirnos
vitales en todo tiempo y a toda hora.
Pero para tener una vida saludable necesitamos asumir algunos
compromisos con nosotros mismos para sentirnos bien. Para conseguirlo debemos aprender
a alimentarnos, organizar adecuadamente nuestro tiempo, conocer cuáles son
nuestros límites para no forzar innecesariamente «la máquina». En definitiva, para
tener una vida sana necesitamos adquirir hábitos
que contribuyan a la calidad de vida.
Cada año cuando celebramos la
solemnidad de Corpus Christi,
volvemos a escuchar que Jesús es «la verdadera comida y la verdadera bebida». El
que «come su cuerpo y bebe su sangre» tiene vida y, recibiendo este pan, Jesús vive
en nosotros y nosotros en Él.
Pero señala además que este «pan bajado del
cielo» que recibimos es «para la vida del mundo». Es decir, el alimento que nos
da es para la misión, es para vivir en el mundo.
Al entregarnos su Cuerpo y Sangre nos
invita a tener un «estilo de vida» que contribuya a la vida del mundo. ¿Qué quiere decir esto? Que el alimento que nos
da es para que continuemos la misión que Él recibió de su Padre: «Vayan y hagan que todos sean
mis discípulos» (Mt 28,19).
Los que creemos en Jesús sabemos
que nuestro estilo de vida se
construye asumiendo las enseñanzas del evangelio.
Cada vez que comulgamos debemos
recordar que estamos recibiendo una misión. La misión de construir un reino de
justicia, amor y misericordia. Nuestra vida debe ser alimento para los demás.
Al comulgar nos comprometemos a construir comunión en los lugares que
vivimos y no sembrar discordia. Asumimos
el compromiso de ser compasivos con los demás en lugar de juzgarlos. La vida
que Jesús nos da es para que seamos instrumentos de misericordia y esperanza. El
mundo está hambiento de una mirada amable, una sonrisa “cómplice”, de un oído
atento, de personas que sean generosas con su tiempo para compartir cosas
sencillas.
¿Puede
llamarse discípulo de Jesús, aquel que comparte con Él su pan pero vive
atrincherado en sus egoísmos y caprichos? ¿Qué clase de discípulos es el que recibe
alimento de vida eterna pero no está dispuesto a contribuir a que la vida de
los demás sea mejor? ¿Podemos sentarnos a la mesa del banquete eucarístico y luego
no ser generoso y caritativos con los que pasan hambre?
Nosotros,
los creyentes, llevamos en nuestras entrañas una fuerza y una pasión capaz de
transformar el mundo. Dios vive en nosotros. Cristo mismo alimenta nuestras fuerzas.
¿Crees esto? ¿Crees en la vida que Jesús nos da en cada eucaristía?
Pidamos a
Dios, que la celebración de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de su Hijo nos
siga alentando a construir un mundo mejor.
P. Javier Rojas sj
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