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Tal vez sea engañado innumerables veces. Pero no dejaré de creer que en algún lugar, alguien merece mi confianza... Fabián Carr
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Sonríe. Por qué? Porque puedes hacerlo.
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Desaprender la guerra… Realimentar la risa… Difuminar fronteras… Desestimar la ira… Rendirse a la justicia… Rehabilitar los sueños… Reinaugurar la vida... Rehusar usar la fuerza… Sitiar cada mentira… Rendirse a la justicia… Luis Guitarra
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La persona humilde ha hecho la experiencia de la bondad inagotable de Dios, que se da El mismo en los dones que nos hace. Afinca su confianza en Dios, que es el dador de todo don, sin ponerse a medir y contabilizar de alguna manera sus dones comparándose con otras personas. Se ve a sí misma con la misión de ser ella misma, única desde la originalidad que la ha creado y la alimenta cada día. Al mismo tiempo, ha hecho la experiencia de su límite y ha superado la tentación de poner el límite en el centro, de reducirse a sí misma a un límite que la obsesiona. Abre el límite, la herida, a la comunión con Dios y con los demás. Y se deja curar. La humildad supone el encuentro de un Tú inagotable con su yo limitado, y acepta recibirse constantemente desde Dios y desde los demás. Y no solo acepta recibirse de manera pasiva, sino darse de manera creadora, reconociendo que en su propia peculiaridad crece una vida...
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Hoy se cumplen 23 años del martirio de Ignacio Ellacuría con cinco jesuitas más y de Elba Julia y Celina.  Que su sangre derramada sea semilla de vida digna y justicia!!!
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La persona egocéntrica trata de hacer que la vida gire en torno a sí misma. Se coloca a sí misma en el centro de la vida y espera que la vida se ponga a su servicio y le colme de satisfacciones, en lugar estar dispuesta de buen grado a ponerse a sí misma al servicio de la vida. La persona egocéntrica se adora a sí misma y no reconoce otra otra autoridad en la vida más que sus propios deseos. Se esfuerza por controlar y manipular su entorno, y en especial a las personas que la rodean. Si una persona de tales características alcanza  a tener éxito en su empeño, puede dar la impresión de ser fuerte, pero se trata de una modalidad demoníaca de poder que es preciso no confundir con la verdadera fuerza del yo. La persona con un yo verdaderamente fuerte se pude permitir renunciar a su egocentrismo; la persona con un yo débil se vale de estratagemas manipuladoras para mantener una sensación de poder. John A. Stanford (El ...