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La revolución del amor comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz. Madre Teresa de Calcuta
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La fuente más importante, sin embargo, de conocimiento de Dios, no es lo recibido cultural u oficialmente, sino la propia experiencia que de Él-Ella se pueda tener en la propia vida. La experiencia de Dios siempre ocurre. Es ineludible. Sucede, ocurre, acontece, de muy diversas maneras y por muy diferentes conductos. Pero sucede que la gente da cuenta de esa experiencia desde sus propios marcos culturales y desde sus propias creencias declaradas. Es decir, un ateo puede vivir y de hecho vive la experiencia de Dios, pero le va a llamar de distinto modo que un creyente: dirá que se trata de una experiencia estética, o de un sentimiento de compasión y solidaridad, o de una alegría profunda e incontrolable; un budista hablará quizá de avances en el camino del Tao o bien del Nirvana; y un católico ilustrado probablemente se referirá a su experiencia como visión extática, y así con todos los seres humanos. David Fernández, SJ 
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«Algunas personas desean ver a Dios con los ojos con que miran a una vaca y quieren amarlo del mismo modo en que aman a dicha vaca. A ésta se la ama por la leche y el queso y el beneficio que le reporta a uno. Nada distinto hacen quienes aman a Dios por la riqueza exterior o por el consuelo interior; pero éstos no aman a Dios debidamente, sino que lo aman por su propio interés» Maestro Eckhart
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«Hay dos clases de cristianos: el seguidor y una versión más barata de éste, el admirador»  Sören Kierkegaard.
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“Sed buenos. Buenos en vuestro rostro, que deberá ser distendido, sereno y sonriente; buenos en vuestra mirada, una mirada que primero sorprende y luego atrae. Buena, divinamente buena, fue siempre la mirada de Jesús [...] Sed buenos en vuestra forma de escuchar.  Sed buenos en vuestras manos: manos que dan, que ayudan, que enjugan las lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo para infundir valor, que abrazan al adversario y le inducen al acuerdo, que escriben una hermosa carta a quien sufre por nuestra culpa [...]. Sed buenos en el hablar y en el juzgar; sed buenos, si sois jóvenes con los ancianos; y si sois ancianos, sed buenos con los jóvenes. Mirando a Jesús, para ser imagen de Él, sed, en este mundo y en esta Iglesia, contemplativos en la acción; transformad vuestra actividad ministerial en un medio de unión con Dios. Sed buenos. El sacerdote debe ser ciertamente el hombre de la santidad, de la fe, de la esperanza, de la alegría de la palabra...
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La oración es “un trato de amistad”, en la que aprendemos a mirarnos como nos mira Dios, en la que aprendemos a amarnos como nos ama Dios y a amar como Él, en la que descubrimos dónde está nuestro verdadero valer. Dios es un amigo que nos quiere, nos cuida, nos interpela y confronta, nos sana y saca de nosotros nuestro mejor “yo” para que nosotros podamos hacer lo mismo y ayudar a otros.                                                 Rosa Elena Cálcena, stj
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Felices los que saben reírse de sí mismos,              porque nunca terminarán de divertirse. Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita,             porque evitarán muchos inconvenientes. Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas             porque llegarán a ser sabios. Felices los que saben escuchar y callar,             porque aprenderán cosas nuevas. Felices los que son suficientemente inteligentes, como para no tomarse en serio,             porque serán apreciados por quienes los rodean. Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables,         ...