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La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. 1Sam 16,7
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Anoche pasé la noche literalmente “en vela”.  Sin dormir o durmiendo de a ratos.  “En vela”, pensé. Claro, en épocas en las que la energía eléctrica no existía pasarse una noche en vela significaba que esta estuviera prendida toda la noche. No apagar la vela porque se necesitaba luz para ver… En esta noche desvelada tuve a bien empezar a leer un libro,  prestado,  sobre la Madre Teresa de Calcuta. Se trata de una recopilación de sus cartas y escritos personales y confidenciales. El libro se titula  “Ven, sé mi luz” Cartas privadas de la Santa de Calcuta, con edición y comentarios del Padre Brian Kolodiejchuk M.C. En el libro se abordan los conflictos internos de la beata, sus dudas, sus tristezas, y sobre todo sus oscuridades y su sequedad espiritual durante un período prolongado de su vida. Me emocionó profundamente esta frase de Teresa de Calcuta que les comparto: “Si alguna vez llego a ser santa, seguramente seré una santa de la oscuridad. Estaré conti...
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Del Evangelio de hoy Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia. Jesús les contestó: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la Casa de mi Padre? Pero ellos no entendieron lo que les decía. Entonces volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndolos en todo. Su madre guardaba todo esto en su corazón.  Y Jesús seguía creciendo en sabiduría y estatura, y gozaba del favor de Dios y de los hombres. Lc 2, 41-51.
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Oh, Corazón de Jesús, Dios y Hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos dices amablemente: Vengan a Mí; y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: Confía, hijo mío, tus pecados te son perdonados, y a la mujer enferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado, y a los Apóstoles: Confíen, Yo Soy, no teman. Animado con estas palabras acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús en Ti confío. Sí, Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y, por el Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca esta confianza en Ti, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Tú quisieras enviarme, para que habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.
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Déjame fundir mi historia en tu Corazón  con toda su carga de debilidad,  y entregar a tu misericordia lo que tu amor dejó atrás.  Déjame fundir mis ojos en tu Corazón  hasta mirar reconciliado mi propia realidad.  Déjame fundir mis oídos en tu Corazón  hasta escuchar lo que jamás imaginaron  que podías y querías pronunciar:  “Yo te perdono; quédate en paz”.  Déjame fundir mi boca en tu Corazón  hasta aprender en el silencio a decir: “abbá”.  Déjame fundir mi rostro en tu Corazón,  hasta encontrar hecho niño el asombro,  con que un día me acercaba hasta tu altar.  Y si ves que a las puertas de fundirme,  mi miedo me detiene y te dice: “¡Basta ya!”,  que tu mano en mi cabeza, me responda:  “Tan sólo, déjate amar”. Javier Albisu sj
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Ignacio y su camino de oración plasmado en los Ejercicios Espirituales... Es posible buscar y hallar la voluntad de Dios, no solo en las directrices venidas del exterior, los mandamientos de Dios y de la Iglesia, aunque no los desprecia en absoluto, sino también y sobre todo en esa comunión y ese diálogo entre el Creador y la criatura en lo que Dios se revela en lo íntimo del corazón. Jacques Fedry sj
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En el <Principio y Fundamento> (EE 23), especie de prólogo al proceso de los Ejercicios, Ignacio recuerda de inmediato el propósito de nuestra existencia, que es Dios y su servicio. Todas las realidades de esta tierra pueden ser ayudas u obstáculos con vistas al fin; de ahí la necesidad de hacernos <indiferentes>, es decir, libres interiormente ante toda cosa creada, <solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados>. <Hacernos indiferentes> porque no lo somos espontáneamente ni naturalmente. Es preciso que nos liberemos de todas nuestras afecciones desordenadas, que estemos dispuestos a desprendernos de nuestros proyectos para acoger el de Dios. Si no se realiza esta tarea de liberación interior, la decisión no se tomará de manera debida, porque las cosas estarán <retorcidas> de entrada. Solo realizaremos lo que pensamos que Dios quiere, no lo que efectivamente quiere.