«No se accede
a él sin más por los ojos del cuerpo, sino por los de la fe, por los ojos del
corazón ¿Significa esto que nuestros ojos corporales, carecen de importancia en
el acceso a esa Presencia divina? No, en absoluto. Significa solamente que esos
ojos nuestros necesitan una lente especial para percibir una realidad que, de
otra forma, permanecería inaccesible a ellos. Una lente de contacto a través de
la cual podamos mirar al mundo, a los demás y a nosotros mismos de un modo
nuevo. ¿Cómo? Contemplando las raíces sagradas
de las cosas. Hay dos maneras fundamentales de mirar la realidad, de
situarse ante ella. La primera es plana, una mirada que no va más allá de lo
que el hombre ve y puede analizar. Según esa mirada, lo real termina ahí, en lo
que perciben nuestros sentidos, en lo que puede ser sometido a un análisis
verificable. La segunda no se detiene ahí. Aceptando los datos que le vienen de
esa primera lectura, la perfora hacia dentro de sí misma preguntándole y
preguntándose por su Fuente última. Se tratan de preguntas por el Fundamento,
Sentido y Destino último de las cosas, a las que nunca podrá responder la
Ciencia, porque no pertenecen al ámbito de su saber.»
José Antonio García, SJ
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