Solemos encontrarnos
con algunas personas con una autoestima tan lastimada y vulnerada, que se han
convencido a sí mismos de que no poseen dones ni talentos para desarrollar y
compartir. Son personas sufrientes que
se auto valoran incapaces, disminuidas o ineptas. Se consideran, como reza el
refrán: “el último orejón del tarro”, comparándose constantemente con gente, a la que consideran
con más competencias y méritos.
De más está
decir que Dios no se equivoca nunca, y
aunque nos cueste comprenderlo es una verdad indiscutible. Él, el Perfecto, ha depositado semillas y
brotes de talentos en todos sus hijos, en un acto de amor sin límites. Dios
confía en que los hemos de desarrollar para nuestro bien y el de los hermanos.
Así que
amigo/a, mírate con dulzura. Reconoce tus cualidades y el infinito amor que Dios
confió a tu corazón. Una manera de cooperar con los planes del Padre para este
mundo, es reconocer, agradecer, cuidar y compartir tus talentos. Que son
muchos, con seguridad. Ni lo dudes.
@Ale Vallina
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