«Perderse por muy poco»
« 14 ``Porque el reino de los cielos es como un hombre que
al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes. 15 ``Y a uno le dio cinco talentos 16 ``El
que había recibido los cinco talentos, enseguida fue y negoció con ellos y ganó
otros cinco talentos. 17 ``Asimismo el que había recibido los dos talentos ganó
otros dos. 18 ``Pero el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y
escondió el dinero de su señor. 19 ``Después de mucho tiempo vino el señor de
aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.20 ``Y llegando el que había
recibido los cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: `Señor,
usted me entregó cinco talentos; mire, he ganado otros cinco talentos.' 21 ``Su
señor le dijo: `Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho
te pondré; entra en el gozo de tu señor.' 22 ``Llegando también el de los dos
talentos, dijo: `Señor, usted me entregó dos talentos; mire, he ganado otros
dos talentos.' 23 ``Su señor le dijo: `Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco
fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.' 24 ``Pero
llegando también el que había recibido un talento 25 y tuve miedo, y fui y escondí su talento
en la tierra; mire, aquí tiene lo que es suyo.' 26 ``Pero su señor le dijo:
`Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde
no esparcí. 27 `Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar
yo hubiera recibido mi dinero con intereses.
28 `Por tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez
talentos.»
Mt 25, 14-30
«El tiempo corre» y ¿Yo?
El tiempo pasa de prisa. Los cambios se dan tan velozmente
que apenas son perceptibles. Los hijos crecen, los padres envejecen, nuestros
seres queridos parten. Las relaciones se rompen, los vínculos se restablecen.
Lo esperado por fin llega, y lo que no imaginamos sucede. Lo que nunca buscamos
acontece y lo que queríamos evitar, termina sucediendo. El tiempo corre, y,
frente a este panorama ¿cómo estás tú? ¿Dónde te encuentras? ¿Cómo defines el
momento que estás viviendo? ¿Tienes conciencia de quién eres? ¿Te conoces?
¿Sabes de lo que eres capaz?
A veces sucede que el alma se paraliza antes tantos cambios
exteriores. Decimos con frecuencia «No queda tiempo para nada» o lo que es aún
más gracioso «No tengo tiempo». El tiempo no se “tiene”. El tiempo pasa y no se
puede retener. No se puede aprisionar ni acorralar el tiempo caprichosamente.
El tiempo fluye y si se siente que «no queda tiempo» o no se «tiene tiempo» es
porque no se está viviendo. Vivir, no es “estar parado”, sino caminar. No es
detenerse, sino aprender a fluir. Animarse a cambiar. Dejase transformar.
Renovarse por dentro. Buscar siempre que el alma peregrine hacia ese horizonte
donde entrará la paz.
Si la vida se estanca como el agua, se pudre y ya no sirve
para refrescar ni para calmar la sed. Y así como el agua que se retiene en un
estanque sirve para que las larvas se desarrollen y crezcan… así también una
vida que no fluye y no se renueva por dentro, corre del riesgo de ser
“incubadora” de sentimientos y emociones que terminan amargando la vida.
Distinguir es propio del hombre sabio
El miedo al riesgo y la desconfianza en uno mismo y por
supuesto en Dios, es lo que detiene o estanca una vida. Si bien el miedo no es
malo necesariamente, es uno de los sentimientos que necesitan de toda nuestra
atención porque con frecuencia nos lleva a confundir prudencia con cobardía.
Hay cosas que son significativas en nuestra vida y que deben
permanecer y ser cultivada constantemente, pero también hay cosas que necesitan
ser renovadas, cambiadas, transformadas. El miedo y la desconfianza son realidades
internas que aprisionan con frecuencia el deseo grande de renovar la vida. Y
así como lo esencial debe permanecer en nuestra vida, lo superfluo debe ser
cambiando.
Escucho con frecuencia que la gente dice «se ha perdido lo
esencial de la vida», pero creo que en realidad lo que hemos hecho es acaparar
cosas inútiles. No es que nos falte lo esencial sino que nos sobran cosas
inútiles.
Perderse por tan poco
Aquel hombre del evangelio antes de salir de viaje reunió a
sus servidores y les encargó sus bienes. A cada uno les dio «según su
capacidad» y se marchó. Después de mucho tiempo volvió y les pidió cuentas. Dos
de los tres siervos entregaron, duplicado, lo que habían recibido y el último
que recibió menos dijo «Señor, yo sé que eres un hombre duro, que quieres
cosechar donde no has plantado y recoger donde no has sembrado. Por eso tuve
miedo y escondí en tierra tu dinero; aquí tienes lo tuyo» (Mt 24, 24-26)
El miedo lleva a
confundir prudencia con cobardía. Seguridad con desconfianza, custodia con estancamiento.
Cuando leemos que el patrón dice «Quítenle, por eso, el
talento y entréguenle al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y
tendrá en abundancia, pero al que no tiene se le quietará hasta lo que tiene»,
solemos pensar «¡Qué injusto!», «¡Pobre hombre, él no quería perder lo que
había recibido de su Señor!», «¡El cuido lo que recibió!».
Cuando Jesús encontró a Marta llorando por su hermano Lázaro
le dijo «Tu hermano resucitará» y le preguntó «¿crees esto?». Cuando Pedro
gritó porque se hundía en el agua, Jesús extendió su mano, lo tomo y le
pregunto «¿Por qué dudaste?», Cuando Jesús oyó que dijeron a Jairo «Tu hija ya
murió, ¿para qué molestas ahora al maestro?», él dijo a Jairo «No temas, basta
que creas»
Y es que el milagro sucederá porque creemos en Él. Lo
imposible para el hombre, acontecerá ante sus ojos porque Dios lo hará posible.
Él cosechará donde nosotros no hemos sembrado, pero necesita fe de nuestra
parte. Necesita confianza, abandono, entrega. Porque creer es arriesgarse, es
abandonar las propias seguridades y dar el paso… Es transitar por un camino
nuevo, cuando lo viejo todavía no se ha abandonado por completo. Es tener
certeza en lo que no se ve. Seguridad en lo que no se tiene. Y confianza en
Aquel que llama, que entrega y que pide.
Este es el dilema del servidor que recibió un talento. Si
hubiera recibido, 2 o 5 talento como los otros ¿se hubiera arriesgado? No
sabemos. Pero lo que sí sabemos es que la confianza en sí mismo y en el Patrón,
que «cosecha donde no plantó y recoge donde no sembró», no era fuerte. Le tenía
miedo, no amor.
Descubrirse es valorarse
La situación del hombre actual es semejante a este último
siervo que por miedo y desconfianza, entierra el talento. Hay gente que piensa
«Si yo estuviera en la posición de aquel», «Si tuviera los medios que aquel
posee», Si tuviera, si estuviera, si podría, etc., etc., etc., ¡Mentiroso!
¡Cobarde! Igual enterrarías tu talento. Y aún si tuvieras todo, no harías nada…
Tenemos que convencernos a nosotros mismo que «tenemos lo
suficiente y lo necesario» para vivir felices. Todo lo que necesitamos no
radica en lo que poseemos, sino en lo que llevamos dentro. Tu valor no está en
lo que posees, sino en lo que eres. Si no confías en ti y en Dios, jamás
descubrirás tus capacidades. Creer que para conseguir mucho hay que tener
mucho, en no valorarse lo suficiente.
Dice el evangelio de Mateo, que el Patrón «dio a cada uno
según su capacidad» lo cual no significa que el que recibió más tenía más
capacidad que el que recibió uno. Esta interpretación es nuestra que
identificamos el valor de las personas en relación a lo que tienen. El mensaje
del evangelio es más audaz y profundo. Porque el Patrón sabía de las
capacidades que cada uno es repartió los talentos. Deseaba que cada uno descubriera
por sí mismo de lo que era capaz de conseguir.
Quería que tuvieran confianza en ellos y en la generosidad del patrón.
Deseaba que descubrieran la propia riqueza interior en la pobreza de lo tenían.
Pero, el servido tuvo miedo y desconfianza. Estaba convencidos de que «un»
talento es muy poco y se identificó con lo poco. ¿Cuántas veces nos medimos por
lo que poseemos y no por lo que somos! ¡Cuánta riqueza interior nos queda sin
descubrir! ¿Qué pobre es nuestra confianza en Dios y en nosotros, creación de
sus manos!
Pidamos a Dios, tener una mirada de trascendencia hacia
nosotros. Animarnos a descubrir la
propia riqueza interior en la pobreza de lo que tenemos. Reconocer a Dios, en
lo profundo de nuestro ser y confiar en Él.
P. Javier Rojas sj
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