Para la lectura espiritual:
Nunca debemos confiar nunca en que solo nuestros esfuerzos logren hacernos ser, aunque solo sea por un día, personas «decentes». Si Dios no nos ayuda, ninguno de nosotros está inmune de pecados descomunales [...]. No nos sorprendamos, por consiguiente, si el camino no es fácil ni llano.
Imaginaos que sois una casa, una casa viviente, y que Dios viene a reconstruirla. En un primer momento, tal vez, entendéis lo que está haciendo. Arregla las cañerías, repara las grietas del tejado, etc. Son trabajos que había que hacer; lo sabíais y no os sorprendéis. Pero he aquí que comienza a poner la casa patas arriba, a descomponerla de un modo horripilante [...]. ¿A dónde diantres quiere ir a parar? La explicación es que él está construyendo una casa completamente diferente de la que teníais en vuestra mente: creando aquí un ala nueva, añadiendo allá una planta, levantando torres, abriendo patios. Pensabais llegar a ser una casa normal, pero él está construyendo un edificio. Su intención es llegar a vivir él mismo en vosotros.
En la Biblia dijo que somos «dioses», y cumplirá sus palabras. Si se lo consentimos, porque -si queremos- podemos impedírselo, transformará al más débil e inmoral de nosotros en un dios o en una diosa, en una criatura resplandeciente, radiante, inmortal, palpitando en cada fibra una energía, una alegría, una sabiduría, un amor que a nosotros nos resultan ahora inimaginables. [...] El proceso será largo y, a veces, muy doloroso; pero este es el riesgo, nada más y nada menos.
(C.S. LEWIS, II cristianesimo cosí com'é, Adelphi, Milano 2007, pp. 246¬248, passim [trad. esp.: Mero cristianismo, Rialp, Madrid 2009]).
LIbro: Pier Giordano Cabra, Los personajes bíblicos de la Cuaresma y del tiempo de Pascua. Sal Terrae, 2013
Nunca debemos confiar nunca en que solo nuestros esfuerzos logren hacernos ser, aunque solo sea por un día, personas «decentes». Si Dios no nos ayuda, ninguno de nosotros está inmune de pecados descomunales [...]. No nos sorprendamos, por consiguiente, si el camino no es fácil ni llano.
Imaginaos que sois una casa, una casa viviente, y que Dios viene a reconstruirla. En un primer momento, tal vez, entendéis lo que está haciendo. Arregla las cañerías, repara las grietas del tejado, etc. Son trabajos que había que hacer; lo sabíais y no os sorprendéis. Pero he aquí que comienza a poner la casa patas arriba, a descomponerla de un modo horripilante [...]. ¿A dónde diantres quiere ir a parar? La explicación es que él está construyendo una casa completamente diferente de la que teníais en vuestra mente: creando aquí un ala nueva, añadiendo allá una planta, levantando torres, abriendo patios. Pensabais llegar a ser una casa normal, pero él está construyendo un edificio. Su intención es llegar a vivir él mismo en vosotros.
En la Biblia dijo que somos «dioses», y cumplirá sus palabras. Si se lo consentimos, porque -si queremos- podemos impedírselo, transformará al más débil e inmoral de nosotros en un dios o en una diosa, en una criatura resplandeciente, radiante, inmortal, palpitando en cada fibra una energía, una alegría, una sabiduría, un amor que a nosotros nos resultan ahora inimaginables. [...] El proceso será largo y, a veces, muy doloroso; pero este es el riesgo, nada más y nada menos.
(C.S. LEWIS, II cristianesimo cosí com'é, Adelphi, Milano 2007, pp. 246¬248, passim [trad. esp.: Mero cristianismo, Rialp, Madrid 2009]).
LIbro: Pier Giordano Cabra, Los personajes bíblicos de la Cuaresma y del tiempo de Pascua. Sal Terrae, 2013
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