«Transformar nuestro mundo »
Mt 5, 38-48
Cuántas veces, al escuchar las palabras de Jesús, hemos
dicho « ¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién puede seguirlo?» y lentamente nos apartamos de su presencia y
«dejamos de seguirlo».
¿Por qué nos parece a veces que el lenguaje del evangelio es
duro? «12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de dos filos.
Penetra hasta la raíz del alma, y del
espíritu, sondeando los huesos y tuétanos para probar los deseos y los
pensamientos más íntimos. 13 Toda
criatura es transparente ante ella; todo queda desnudo y al descubierto a los
ojos de Aquél al que debemos dar cuentas.» (Heb 4, 12-13).
Las palabras de Jesús confrontan nuestra vida entera. Dios
lo quiere todo, lo toma todo y transforma todo lo que le ofrecemos pero
necesita que seamos francos y abiertos a su gracia. Dios quiere que todo hombre se salve, y desea
que su Reino se extienda a todos los rincones del mundo y del corazón humano
derribando los muros de violencia, de egoísmo, de indiferencia y de apatía.
Su mensaje invita a mirar de manera adulta nuestras
actitudes conforme a la fe que profesamos. ¿Hay coherencia entre los actos y
las palabras? ¿Se extiende nuestra fe más allá del espacio del templo o de la
comunidad cristiana? Nuestra creencia en Jesucristo y su evangelio ¿prevalecen
ante la violencia, la corrupción y la mentira reinante en nuestra sociedad?
En este evangelio, hay un llamado profundo a revisar
nuestros comportamientos y actitudes que brotan del corazón del cristiano ya
iluminado y fecundado por la gracia de Dios. Con su lenguaje un tanto
desafiante Jesús, espera del oyente, una respuesta sincera y verdadera. Sus
preguntas son claras y no se prestan a equívocos «Si aman a los que los aman,
¿qué recompensa merecen? ¿No obran así también los pecadores? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué
hacen de más? ¿No lo hacen también los que no conocen a Dios?»
Nuestra fe es un don de Dios que no se recibió para
«colocarla debajo de un cajón o debajo de la cama» (Mc 4, 21), ni para
enterrarla avergonzado sin hacerla fructificar (Mt 25, 25). Nuestra fe es la
fuerza y la certeza de Dios que nos impulsa a comunicar, a aquellos que no
creen o que no conocen a Dios, la existencia de un Padre misericordioso que nos
invita a todos al banquete de su Hijo.
Las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana
fortalecen o socavan nuestros valores. Y si no tomamos las precauciones
necesarias nos convertiremos en hombres y mujeres sin base moral y espiritual.
Nuestras actitudes cotidianas, nuestras decisiones, nuestra manera de proceder,
no pueden estar a merced de la cultura reinante. Estamos llamados a transformar
la cultura con nuestra vida iluminada y sustentada en Cristo.
El amor que hemos recibido de Dios es para comunicar, y a
veces enfrentar, a aquellos que rigen su vida por medio del odio y la
violencia. Porque, si sólo nos comunicamos amor entre los que nos queremos ¿qué
recompensa merecemos?, «¿No obran así también los pecadores».
Nuestra fe es para el mundo, y no para los Templos. En ellos
los cultivamos y alimentamos, pero es en la calle, en la oficina, en el
vecindario, en colegio… donde tenemos que vivirla. Preguntémonos con sinceridad
¿Vivo conforme a los principios del evangelio o me dejo influir por el modo
común de actuar? ¿Ante el odio, respondo con odio? ¿Ante la ofensa, respondo
con venganza? Ante la mentira, la violencia y la corrupción ¿cómo respondo?
Estoy convencido de que si el cristiano de hoy no toma en
serio su opción por Cristo y el evangelio y actúa conforme a su fe,
transformando la cultura reinante con sus valores y principios evangélicos, no
habrá esperanza para los que vengan.
Nosotros, los que hemos recibido de Dios tanto amor,
compasión y misericordia debemos sembrar generosamente estas semillas en el
difícil, seco y a veces duro terreno del tiempo que nos toca vivir. Pero
sabemos que Dios hará fecundar lo que humildemente podamos aportar. Tú llevas
el tesoro de la fe, en vasija de barro ¡Comunícala! Sin miedo, sin vergüenza.
Tu familia lo necesita, el lugar en el que vives lo anhela, este mundo lo
espera, aunque a veces no lo sabe.
No dejes que esta sociedad se convierta en presa fácil de
los poderosos y los manipuladores, de los demagogos y de los mentirosos. Vence
al mal con el bien, al odio con el perdón y a la venganza con la compasión. Y
entonces serás “perfecto” como tu Padre que está en los cielos.
P. Javier Rojas sj
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