Nos dice
Ignacio de Loyola en su Ejercicios Espirituales que estando las Tres Personas
de la Santísima Trinidad mirando la redondez de la tierra advierten el sufrimiento
de los hombres y mujeres desolados por el pecado, la tristeza y la violencia.
Así es que deciden mandar a la Segunda Persona a este mundo para hacer
redención del género humano…
De este modo
el Hijo se encarna en María y por amor, al resguardo del Altísimo, crece en su bendito
vientre.
Únicamente
un amor grandioso, que “ama amando” puede irrumpir en el mundo desordenado y violento
para sacar consolación del desconsuelo, y esperanza del desánimo. Sólo un amor
al que le duele la desgracia de los hombres hasta hacerse uno como ellos, puede
llegar para sanar y salvar, en una
solidaridad inaudita que no busca sino el bien de los demás.
Y Jesús se
abaja... Viene hacia nosotros. Nace en la pobreza de un pesebre alejado de todo
poderío y lujo. Y en el silencio de una noche fría poblada de estrellas, entre
el asombro de los pastores y lugareños nace para que el mundo sea rescatado.
“Hagamos
redención del género humano”, pronunciaron. Y la aventura de amor más grande jamás
imaginada tuvo lugar en pequeño pueblito del medio oriente hace 2000 años…Y llega
cada diciembre para devolvernos la ilusión de que no todo está perdido…
@Ale
Vallina
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