Es maravillosa la sencillez de la Navidad.
Allí está María, la madre. También está José, el esposo de María. Gente sencilla y simple, tal como nosotros. Allí están los pastores, la primera congregación navideña. Eran gente humilde que vivían apegados a las cosas creadas por Dios: la tierra era la alfombra que pisaban sus pies, y el sol y las estrellas el techo que los cobijaba.
Allí está el niño también. No hay allí las pompas ni las circunstancias de la vida; solamente la sencillez de lo divino. Esta sencillez es lo maravilloso de la Navidad.
Allí todos podemos llegar suplicantes. No es un trono de exaltación humana, sino el trono de la divina sencillez.
Allí todos podemos adorarle y reconocer en la sencillez del Niño, el significado del amor redentor de Dios.
Allí podemos llevar nuestro gozo y nuestros pesares. Nuestro gozo será bendecido y nuestro pesar será aligerado.
Allí podemos recibir fortaleza para los días venideros, luz para los días venideros. Y la Luz que resplandece desde el humilde pesebre tiene fuerzas suficientes para iluminarnos hasta el fin de nuestros días.
Entonces, allá vamos jóvenes y viejos, ricos y pobres, poderosos y esclavos, a adorarle en la hermosura de la sencillez divina, maravillados de su sencillo amor.
Ésta es la maravilla de la Navidad.
Ha nacido para ti, corazón cansado y agobiado; para ti que caminas con pies cansados y tienes las manos temblorosas partidas, para ti llegan esta mañana noticias de lo alto que dicen que te ha nacido un Salvador que habla en dulces tonos de amor.
Sí, para ti ha nacido Jesús este día, si mansamente le das lugar y le suplicas que se quede contigo. Aunque el mundo entero participe de Él, Él lo es todo para ti. Él reclinará la cabeza sobre tu corazón y derramará en ti su verdadero amor.
No pide palacios, ni comidas costosas; sólo dulce amor. Anda en busca de un súbito amante y sincero a quien pueda conferir su bendición, que permita que su sonrisa le ilumine el sendero agotador.
Para ti, aunque seas el menor de los pequeños, para ti brilla hoy la estrella de Belén con alegre resplandor. Para ti, aunque poca sea tu fuerza y débil la alabanza, para ti, que tiemblas, vino tu Señor y Rey.
Para ti, en esta Navidad, los ángeles cantan nuevamente su canción.
Carrie Judd Montgomery. Manantiales en el Desierto
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