Despertar Espiritual



« 18 Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo: --¿Quién dice la gente que soy yo?  19 Respondiendo ellos dijeron: --Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas ha resucitado.  20 Y les dijo: --Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Entonces Pedro respondiendo dijo: --El Cristo de Dios.  21 Pero él les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie.  22 Y les dijo: --Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y que resucite al tercer día.  23 Decía entonces a todos: --Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.  24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará.»
                                                                                                                                                                                      Lc. 9, 18-24



Estoy convencido que una buena pregunta contiene más sabiduría y riqueza que mil preguntas. Cuando somos cuestionados ya sean por una persona o una situación nos vemos en la obligación de tener que dar respuesta. Pero cuando el cuestionamiento es hondo, ninguna de las respuestas con las que solemos salir del atolladero nos resulta útil. Es entonces, cuando necesitamos de tiempo para responder. Sólo dejando que la pregunta penetre hasta lo más hondo de nuestros ser es cómo podemos encontrar una respuesta sensata y auténtica.
También creo que gran parte de la humanidad está perdiendo sensibilidad ante el dolor y la desgracia. Un pobre tirado en la calle cada vez nos sorprende menos, ¡hay tantos pobres en la calle!. Un niño hurgando en el basurero ya forma parte de nuestro paisaje cotidiano. Ancianos abandonados por su propia familia es algo que vemos como algo normal. Cada vez hay menos cosas que nos cuestionan. Hace tiempo que venimos construyendo una coraza de insensibilidad que impide que seamos cuestionados por la realidad. Y lo hacemos con el motivo de evitar dar respuestas a situaciones que nos incomodan o no nos dejan disfrutar del bienestar que hemos sabido conquistar.
No pretendo con esto que alguien sienta culpa por estar bien, o por haber nacido en el seno de una familia que puede brindarle lo que necesita. No se trata de eso. Se trata de no tener miedo a ser cuestionados por la realidad que vivimos, porque tal vez hay mayor riqueza para nuestra vida si nos decidiéramos a despertar espiritualmente.
Ello significa tomar conciencia de ¿quién soy? y de ¿quién es Dios para mí? Y aunque nos parezca extraño, Dios se nos va haciendo cada vez más Dios mismo, cuanto mayor es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos. Cuanta más conciencia tenemos de quiénes somos en realidad, más nítida es la imagen de Dios. En esto consiste el despertar espiritual, en comprender acabadamente quién soy yo y quién es Dios en realidad.
Esto es lo que pretende Jesús al hacer la doble pregunta a sus discípulos «¿Quién dice la gente que soy yo? Y ¿Quién dicen ustedes que soy yo?»
 En la vida de todo cristiano se van dando situaciones que nos hacen abrir “un poco más los ojos”. A veces surge de nosotros mismos y sentimos el anhelo de saber ¿Quién soy?. Es como si necesitáramos conocer nuestra identidad y encontrar sentido a nuestra vida. Lo percibimos como si “algo faltara” pero no sabemos muy bien qué es. En otros momentos son situaciones o acontecimientos inesperados los que nos cuestionan, y sentimos la urgencia de saber si “estamos haciendo las cosas bien”, si hemos acertado en nuestra vida, o si realmente soy tan feliz como quiero hacer creer a los demás y a mí mismo.
Recordemos, por ejemplo, lo que le ocurrió a san Ignacio de Loyola en la batalla de Pamplona. Aquella bala no sólo quebró una pierna e hirió gravemente la otra, sino que junto con caer en tierra, se desmoronaron también sus proyectos de futuro.  Se quebró la imagen que tenía de sí mismo y que tan preocupado estaba de cultivar. Pero si Ignacio, por gracia de Dios, no se hubiera abierto a buscar en aquel acontecimiento una palabra de Dios, seguramente que su historia hubiera sido otra.
Creo que debemos estar atentos a desarrollar una conciencia más abierta. No dejar que el bienestar que es pasajero, que tiene su tiempo, que no es igual siempre, nos adormezca y comencemos a vivir de sueños.
Cuando estamos despiertos espiritualmente adquirimos mayor conciencia de lo que vivimos y estamos más lúcidos para reconocer a Dios en nuestra vida. Estamos más desapegados de las cosas porque reconocemos que la vida es un constante fluir y que cualquier intento por retenerla es crear nuestro propio sufrimiento.
Cuando estamos despiertos encontramos que nuestra vida tiene sentido en cada momento que vivimos porque somos consciente de lo que “estamos viviendo”. No debemos andar pensando que necesitamos encontrar un sentido, sino en poner o darle sentido a lo que vivimos. No encontrarás el sentido de tu vida, si no vives el presente. Poner el corazón donde posan tus pies. Estar atento al momento que vives. ¿Por qué creen que vivimos tan llenos de ansiedad? Simplemente porque vivimos lamentándonos por lo que pasó o preocupados por lo que todavía no ocurrió. Mientras estamos aquí, queremos estamos allá, y cuando llegamos donde imaginamos estar, volvemos al pasado que fue mejor, o el futuro que seguramente será más interesante.
Ésta es la actitud que nos adormece y nos hace perder el sentido de ¿quiénes somos? Y ¿quién es Dios para mí? 
Creo que si proliferan tanto las películas de zombis, vampiros y ciencia ficción es porque de alguna manera refleja lo que estamos viviendo. El zombi, es alguien que parece estar despierto pero en realidad vive una verdadera pesadilla. Y pesadilla es lo que cosechamos evitando vivir el presente y no siendo consciente a cada momento de lo que nos ocurre.
Despertar espiritualmente significa aceptar, sin juzgar, lo que vivimos. Ser consciente de lo que estamos experimentando y dejar que la experiencia nos cuestione y nos hable. Dios, tiene muchas maneras de comunicarse con nosotros y una de ellas es por medio de los acontecimientos que nos toca vivir. En lo que vives en este momento hay una palabra de Dios para ti, pero sólo si estas lo suficientemente abierto a las experiencias y consciente de lo que vives podrás encontrarla.
 Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de vivir plenamente consciente el presente que habitamos para que podamos reconocerlo en nuestra vida.


P. Javier  Rojas sj

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