La oración consiste en afinar nuestros sentidos para
descubrir y experimentar el amor que nos trasmite Dios a través de su creación.
Se trata de abrir los ojos y el corazón para “aprender a ver lo que no vemos”,
“construir otra forma de sentir” y “encender
la luz de vivir”. Darle un sentido a lo que vivimos y hacemos para vivir
con mayor plenitud.
Algunas características de la oración ignaciana:
• Una
actitud contemplativa que me permite estar atento a los deseos que produce en
mi interior la realidad cotidiana. Hallar a Dios en todas las cosas.
• Dejarme
sorprender por los rostros, los paisajes, los abrazos, la injusticia, la
pobreza, las flores y las espinas, etc.
• Estar con
los sentidos bien abiertos para descubrir el amor que Dios me manifiesta día con
día.
• Asumir
una responsabilidad y una confianza ante la historia “Hacer todo como si
dependiera de ti y todo como si dependiera de Dios”.
• Ordenar
los afectos para buscar y hallar la voluntad de Dios.
• Buscar el
conocimiento interno de Jesús para más amarlo y seguirlo.
• Ser capaz
de mirar tanto bien recibido para en todo amar y servir.
• Ser
contemplativos en la acción.
• Buscar la
Mayor Gloria de Dios.
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