"Mirar desde lo alto"
« Entonces llegaron a
Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un
mendigo ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado junto al
camino. Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno,
comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y
muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de
David, ten misericordia de mí! Y Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Y llamaron
al ciego, diciéndole: ¡Anímate! Levántate, que te llama. Y
arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús. Y
dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le
respondió: Raboní, que recobre la vista.
Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha
sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino. »
Mc 10, 46-52
El evangelio de este domingo tiene mucho que aportar a
nuestra vida, y sobre todo cuando en
ocasiones sentimos que estamos al borde del camino, como fuera de los
parámetros de vida que hoy se han adoptado.
Hoy, más que nunca
necesitamos seguir el consejo que San Ignacio da a los ejercitantes,
preguntarnos seriamente: ¿A dónde voy y a qué?
El Dr. Roberto Pérez,
en una conferencia que dio sobre la misión en la vida, dijo que le sorprendió
mucho cierta vez que al acercarse a la entrada de un barrio privado se encontró
con un cartel que tenía las siguientes indicaciones. 1) Deténgase. 2)
Identifíquese. 3) Apague las luces exteriores y encienda las lucen interiores,
4) indique a dónde se dirige.
Cuando muchas veces nos sentimos varados al borde del
camino, o descarrilados o viviendo en la banquina es porque se nos ha borrado
el horizonte o se nos ha ocultado el fin último de la vida. ¿Y por qué pasa
esto? Porque tal vez estamos más
preocupados por cosas que son perecederas y pasajeras, por aquellas cosas que
se acaban o terminan… Tenemos que aprender a poner el corazón y la vida en
aquellas cosas que aun pasando por momentos de pobreza, vacío o soledad,
estarán ahí alentando nuestra marcha!!!
Necesitamos rever nuestra vida. Es urgente que despertemos
del sueño o de la ceguera en la que nos encontramos y reiniciemos la marcha de
nuestra vida, cultivando aquello que «ni el óxido ni la polilla puede
consumir».
Muchas personas recurren a los terapeutas o los curas para
pedir recetas para vivir mejor y muchas veces me queda la impresión de que en
realidad lo que quieren es una fórmula que les evite el sufrimiento y la cruz.
Para muchos el “Pare de Sufrir ya” se convierte en el parámetro de su vida.
Pero para nosotros que sabemos que en la cruz hay vida nueva tenernos que
aprender a sufrir y a encontrar en los acontecimientos dolorosos el germen de
vida nueva que se esconde.
Nuestra vida de cristianos no se pude centrar en evitar el
pecado o el dolor, sino en cultivar lo esencial y fundamental…
Me gustaría enumerar algunas claves para reconducir la
vida, que espero no lo reciban como un
receta, sino como unas consideraciones que nos ayude a pensar y a rezar.
1. Hazte cargo de tu
vida
Asume las riendas de tu vida y recuerda que nadie puede
hacer más por nuestro bienestar que Dios. Levanta la mirada, localiza tu
horizonte, asume tus responsabilidades, y marcha hacia adelante. Deja de
esperar que tu vida responda al de “Alicia en el país de las maravillas”.
2. Mira con
trascendencia las cosas
Enfrenta tu vida con una visión optimista y positiva e
iluminada desde lo alto. Descubre la mano de Dios en todas las situaciones que
se presenten en tu vida; y él será tu compañero en los momentos difíciles
3. Encuentra espacio
para disfrutar
Encuentra el tiempo para compartir con aquellos que dan
color y sabor a tu vida. Romper con la rutina de vez en cuando es muy bueno. No
seas tan rígido, disfruta de lo que tiene y deja de pensar en lo que te falta.
4. Reconoce tus
debilidades
Querer ser el mejor en todo puede ser el camino más corto
para experimentar la frustración.
Reconoce las áreas débiles de tu personalidad y fortalécelas.
Cuando aceptas tus
limitaciones y potencias tus capacidades te sientes más a gusto contigo mismo.
5. Recuerda que todo
pasa
No vale la pena sufrir por una situación difícil. Muchos de nuestros problemas son producto de
nuestros miedos. Todos los males son
pasajeros. Llénate de valor, optimismo y
confianza para mirar el futuro de una forma positiva.
6. Suelta el pasado
Deja de vivir atado a lo que no fue, a lo que no resulto a
lo que debía haber pasado y no ocurrió. Vive el presente. Encuentra en el ahora
lo momentos más bellos de tu vida y deja que tu futuro se vaya configurando en
base a la elecciones que haces en este presente. La vida es maravillosa y
confía ¡todo va a salir bien!
7. Conéctate con Dios
Cierra los ojos por unos minutos y reconoce la presencia de
Dios en tu interior, agradece por todo lo que tienes. Llénate de su presencia
y tradúcelo en amor, seguridad, fortaleza, sabiduría, autenticidad, valor,
responsabilidad y alegría para vivir mejor cada día.
Cuando Jesús preguntó al ciego ¿Qué quieres que haga por Ti?
El ciego no dudo en responder «…que yo pueda ver…». Esto es lo que necesitamos:
ver nuestra vida desde lo alto, desde Dios y desde la eternidad que nos espera.
P. Javier Rojas sj
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