¿Te enojas contigo mismo cuando cometes el mismo error? Existe
una reacción casi inmediata a “esconder” los errores cuando los cometemos. Tal
vez porque hemos internalizado las correcciones o reprensiones de nuestros
padres. Cuando cometemos errores tenemos siempre el cuidado de que no se note, o por el contrario, borrar esa acción errónea con
otra.
Y aquí es donde se encuentra el mayor problema. La causa por
la que cometemos, generalmente, el mismo error de debe a la falta de reflexión
sobre los actos realizados. Si nos apresuramos a “borrar” una acción errónea con
otra o a esconderla sin reflexionar previamente sobre el error cometido, lo más
probable es que lo volvamos a cometer.
Cuando no se reflexiona adecuadamente sobre los “errores”, “fracasos”,
“metidas de pata”, etc., ni sobre los sentimientos que ellos acarrean, sino que
por el contrario intentamos “borrarlos” de la conciencia propia y de los demás
con nuevas acciones, es evidente que no hemos aprendido nada. Por eso cometemos
nuevamente los mismos errores.
Aprender a relacionarse adultamente con los propios errores
y fracasos es una condición para madurar. Los errores y fracasos son una
oportunidad para aprender a obrar bien. Reflexionando sobre nuestros errores o
equivocaciones nos ayuda a tomar conciencia de que es posible enriquecer la
vida a partir de las experiencias que suelen resultar poco grato.
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