Un proverbio latino dice «El que desee un caballo sin defecto que marche a pie». Nadie ha nacido sin defectos, y para los que gustan vestir de santo al ególatra, la vida no consiste en quitar defectos o atacar vicios solamente. Tenemos que aprender a ser humildes y sensatos y reconocer que tal vez logremos quitar algunas aristas de defectos, pero difícilmente logremos arrancarlos por completo del alma. Desgraciadamente hoy está muy de moda dos tendencias: la de los que creen que la santidad viene por la conquista de virtudes personales y minutos heroicos independientemente del amor y el servicio a los más pobres y necesitados. Y la de los que se “escudan” con finísimos razonamientos sólo para maquillar la mediocridad y la falta de autocrítica tan necesaria para madurar sanamente.
La vida de Jesús cobra sentido para nosotros porque nos enseñó que la mejor manera de construir el Reino de su Padre es aprender a gobernar la propia vida. Con su vida nos enseñó que el gran desafío que tenemos que enfrentar como seres humanos es a no perder por completo aquello que nos hace verdaderamente hombres: la capacidad de amar en su doble vertiente -a nosotros mismos y a los demás-, hasta la entrega total.
P. Javier Rojas sj
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