NO ENCAJAR EN
EL MUNDO
Son así:
diferentes. Insisten en hallar un sentido que vaya más allá de la mecanicidad
en que tantos se mueven día a día; vivencian la compasión como algo natural, y
buscan dónde ejercer el natural acto de servir; aman la belleza, los vínculos
con hondura, el silencio fecundo; de modo sencillo o más vehemente, tienen
urgencia por dejar una huella en la vida, por mejorar el mundo, aunque sea en
su entorno más cercano. Intentan a diario poner en práctica sus mejores
valores, con coraje y sensitividad, aun equivocándose.
Entonces…
claro: no es inusual que personas así se sientan raras. Y podría decirse que lo
son: pero preciosamente raras, como esas perlas o piedras de sutiles colores,
difíciles de hallar. El problema es cuando este “sentirse raras” se traduce
anímicamente como si fuera “ser defectuosas”. Y es que a veces ser diferente
genera rechazos, burlas o discriminaciones, como las que padeciera Juan
Salvador Gaviota por querer explorar el cielo para perfeccionar su vuelo, en
vez volar para meramente subsistir. Entonces sufren, y se preguntan: “Por qué
no puedo ser como los demás?”. Veamos por qué…
La mayoría de
los seres humanos a medida que crecen y van interactuando con el mundo se
desconectan de su propia esencia, su núcleo más íntimo, su verdadera identidad.
Adquieren, en cambio, una identidad condicionada por el entorno, masificada,
modelada por mandatos ajenos. En cambio, estas otras personas “raras”
experimentan una enorme necesidad de ser fieles a lo más interno de sí. Y esto
suele tener una consecuencia (sobre todo en la primera mitad de la vida): la de
no encajar en el mundo. Como decía Herman Hesse, “tienen una dimensión de más”:
la conciencia de que la vida es un camino, y de que en él encontramos las
condiciones que nuestra interioridad necesita para ir siendo cada vez más
completos, ayudando a otros para que lo sean. A lo largo de tantos años de ser
terapeuta y docente investigué con constancia a personas que vivencian ese “no
encajar en el mundo”. Así, vi que era necesario ponerle un nombre a ese sentir,
y le llamé inadecuación esencial: una falta de pertenencia a las reglas del
mundo, con la sensación dual de experimentar el gozo de sentirse en contacto
con lo profundo, y a la vez percibirse como “fallado” por no ser “como los
demás”.
Si la persona
trabaja sobre sí, puede llegar a comprender que “no encajar” en la gran bandada
significa que hay otra bandada: la de los que no encajan por los mismos
motivos. Entonces, lo importante será no aislarse: abrirse al encuentro de
quienes cultivan similares valores, y tomar conciencia de que no se está solo.
Thoreau lo dijo así: “Si alguien no marcha a igual paso que sus compañeros,
puede que eso se deba a que escuche un tambor diferente. Que camine al ritmo de
la música que oye, aunque sea lenta y remota...”. Siguiendo esa música hallamos
nuestro lugar en el mundo, nuestro sentido de existir; dejamos de percibirnos
como defectuosos para, en cambio, celebrar nuestra singularidad y acompañar a
otros a dignificar la propia. Nos vamos convirtiendo en agentes de cambio,
marchando junto a los que escuchan un ritmo similar al nuestro. Somos muchos
los que estamos en el mismo camino. Allí es donde sí encajamos los que sentimos
“no encajar en el mundo”. Y es que estamos construyendo otro mundo! Para ese
mundo nuevo, se requiere tu mano de obra. Porque, como en un Gran Concierto,
las notas que ejecutes desde tu partitura son irremplazables: todos nos
necesitamos de todos para que la más bella música sea cada vez menos remota...
Virgina Gawel.
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