Cuando invocamos la presencia de Dios, por la fe nuestro corazón es poseído por Él, y nuestros ojos verdaderamente lo ven. Se torna en realidad para nosotros, es parte de nuestra vida, es la vida misma.
"Descubre tu presencia,
y mátame tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura".
San Juan de la Cruz
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