«Los deseos marcan el rumbo »


     
La sola voluntad no basta

Jesús al comenzar su ministerio realizó una de las preguntas más profundas que se puede hacer al hombre y la mujer de todos los tiempos. “¿Qué buscas?”
Y esta pregunta no se dirige solamente a clarificar o tomar conciencia de aquello que quiero y deseo, sino que también interroga por el horizonte hacia dónde nos dirigimos.
En este sentido la pregunta de Jesús es doble. Por un lado la pregunta “¿Qué buscas?” es un cuestionamiento que está dirigido al corazón. Y por otro, de esa misma pregunta se desprende esta otra; “¿Hacia dónde te diriges?” Esta interroga por el camino que estás tomando. Es decir, es una pregunta que en su doble dimensión trata de aclarar si el corazón y voluntad están en armonía, en comunión. Porque a veces dirigimos nuestra marcha hacia un horizonte totalmente contrario a nuestros deseos más nobles.
                Caminado Jesús sólo por las márgenes del río Jordán, percibió que dos hombres lo seguían. ¿Qué buscan estos hombres? ¿Hacia dónde se dirigen? Jesús, consciente de que lo seguían preguntó ¿Qué buscan?
Es significativo el modo en que Juan y Andrés responden,  porque lo hacen con otra pregunta ¿Dónde vives? Jesús pregunta por los deseos del corazón y ellos responden preguntando por el lugar en donde vive, que es otra manera de querer saber “¿Hacia dónde te diriges?”
                En este breve diálogo hay más preguntas que respuestas. Y cuando pareciera que Jesús responde, en realidad lo que está haciendo es invitando a que ellos mismos encuentren respuestas a su cuestionamiento, por eso responde «Vengan y lo verán».
Jesús deseaba saber qué deseos llevaban aquellos hombres es su corazón que hacia abandonar a su antiguo maestro y con ellos sus seguridades para embarcarse en seguir a alguien sin saber primero ¿Qué busco?.  Y es que en realidad,  el seguimiento a Jesús no es un acto que se impone a la voluntad. El seguimiento a Jesús no puede darse desde la obligación  o el miedo. El verdadero seguimiento comienza en el corazón, en el deseo profundo de configurar la propia vida con la vida de Jesús. Y en este sentido vemos porqué muchos se embarcan en seguirlo con grandes manifestaciones de renuncia e incluso de heroísmo, pero a mitad de marcha sucumben y caen. El seguimiento a Dios es un acto de la voluntad enamorada. Una voluntad que encuentra “su motor secreto” en el amor…
Y tú, ¿Qué buscas?
Esta pregunta de Jesús en el Evangelio se vuelve hoy también hacia nosotros porque quiere saber tras qué cosas andamos. ¿Qué queremos realmente? En nuestro trabajo, en nuestra familia, con nosotros mismos ¿Qué vamos buscando? ¿Vale la pena hacer lo que estamos haciendo? ¿Nuestro caminar nos conduce a alguna parte?. Porque podemos hacer muchas cosas, y dentro de la amplia gama de posibilidades podemos estar viviendo contrariamente a lo que estamos buscando. Es decir, podemos hacer cosas contrarias a lo que deseamos.
Tal vez con un par de ejemplos logre clarificar mejor lo que intento decir. Hoy escuchamos por todos lados que “lo mejor es la familia” pero generalmente damos más tiempo al trabajo. Decimos que nos gusta que “la gente sea sincera y franca”, pero cuando lo son no nos agrada. Anhelamos “relaciones profundas” pero de hecho hablamos frivolidades. Queremos que nuestros “hijos sean hombres y mujeres de bien” pero les enseñamos a discriminar a los demás y a buscar siempre el propio bien. Sabemos que “necesitamos del amor de los demás” pero nuestras palabras y acciones expresan todo lo contrario. El hombre es el único que puede llegar a destruir o perder justamente aquello que más desea y necesita.

La verdad nos despierta

Ya sabemos que el “hombre” es maestro en esconder, maquillar o camuflar sus anhelos.  Por eso no es extraño que Dios use la pregunta para interrogarnos con el deseo enorme de que despertemos a la propia realidad. Luego del pecado, Dios  salió al encuentro de Adán con una pregunta: “Adán, ¿dónde estás?” (Gen. 3,9). Lo invitó a dejar su escondite y a enfrentar su propia realidad.
Por ello tras la pregunta “¿Qué buscas?” hay un llamado a conocernos mejor. A tomar conciencia de lo que llevamos en el corazón y de la dirección que toma nuestra vida. Tal vez está haciendo  falta un “golpe de timón”. Tal vez es necesario cambiar de rumbo y empezar a armonizar deseos y voluntad. La división interna destruye al ser humano porque no le permite ser pleno.
Tomar en serio la pregunta de Jesús, es abrir los oídos para escuchar los deseos del corazón y corroborar si la voluntad se encuentra alienada u ordenada hacia la consecución de esos deseos. Pero por supuesto, esto no termina aquí. Porque no basta que los deseos y la voluntad se alineen en un solo horizonte, sino que también es necesario discernir si el camino que estoy transitando está en consonancia con la enseñanza del evangelio.
Los intereses personales, las ideologías, las media verdades, las pasiones humanas hacen difícil el discernimiento, pero es necesario confrontar nuestra vida con la de Jesús, para saber si el camino que elijo me hace más libre y por lo tanto más capaz de amar verdaderamente.
En definitiva, aquello que buscamos terminará definiendo el camino que recorremos y de algún modo anuncia lo que encontraremos. Al final del camino no encontraremos amor, si no desterramos el odio del propio corazón. Al final del camino no tendremos familia si preferimos el trabajo y el dinero. No tendremos paz si conservamos el rencor, y no seremos libres si nos esclavizamos a nosotros mismos.
Pidamos a Jesús la gracia de poder despertar la conciencia y comprender el camino y la dirección que lleva la propia vida. Que aprendamos  a armonizar los propios deseos y la voluntad en el seguimiento.
© P. Javier  Rojas sj

Comentarios