Yo también quisiera poseer, Santa María,
ojos tan lúcidos como los tuyos.
Para comprender el Misterio que te hace grande,
Para entender la Palabra que te hizo feliz,
Para no perder los caminos que conducen
a la alegría viva y permanente que brota en el cielo.
Yo también quisiera tener tus ojos, Santa María,
para descubrir definitivamente a Jesús
y no perderlo ante tanto escaparate que la vida me ofrece.
Yo también quisiera tener tus ojos, Santa María,
y por encima de valles y de montes
saber que me espera un horizonte en Dios
con los brazos abiertos.
¡Ayúdame, Santa María!
Dame esos ojos grandes que ven a Dios,
Dame esos ojos limpios que contemplan a Cristo,
Dame esos ojos penetrados por los rayos del Espíritu.
Y, si acaso no puedo,
sólo te pido que no dejes de mirarme.

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