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DIOS ACOGE A LOS «IMPUROS»

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De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo. ¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es vivir excluido. Así lo establece la ley. A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está sometido en nombre de Dios? Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que solo vive movido por la compasión de Dios hacia sus hijos e hijas...
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Hay ocasiones en las que la vida parece luchar batallas difíciles. Algunos las llaman “pruebas”, otros “noche oscura”. Hay quienes les dan el nombre de “trago amargo” y otros, usando las palabras de Jesús, piden que Dios les aparte ese “caliz”. Lo cierto, es que esas duras batallas, deben ser atravesadas con todo el arsenal de recursos que tenemos a nuestro alcance: oración persistente y confiada, silencio interior para poder escuchar la voz divina, conversaciones con personas que pueden aconsejarnos (o al menos escuchar con afecto el clamor de nuestro corazón), y la “paciencia esperanzada”. Ésta, es la que nos dará el sosiego para aguardar la salida del sol, después de la tormenta. @Ale Vallina
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Hay una alianza que nunca puede derrumbarse ni tiene un final. Es la lealtad que Dios tiene por todos sus hijos.  Ale Vallina.
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La soledad nos da miedo porque en ella caen todas las máscaras... Despierta temor porque la asociamos al vacío y a la tristeza. Transitar la soledad es un aprendizaje para descubrir el interior habitado y fecundo desde el que somos y vivimos. Xavier Quinzà Lleó sj
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Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro, fatiga con fatiga y lágrima con lágrima. Si nos hiciéramos unos. Unos con otros. Unos junto a otros. Por encima del oro y de la nieve, aún más allá del oro y de la espada. Si hiciéramos un bloque sin fisura con los seis mil millones de rojos corazones que nos laten... ¡qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo! Ángela Figuera Aymerich
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El poder necesita del amor para no convertirse en una compulsión opresora o una defensividad inabordable. Cuando el poder y el amor en sus diferentes lenguajes van juntos, la experiencia del poder no solo no deteriorará al ser humano, sino que encauzará sus diferentes desarrollo. José Antonio García-Monge, SJ