No es cuestión de regodearse en el dolor, ni de permanecer allí atenazados y mustios. Pero sí es importante reconocer en el dolor, a un gran maestro. En ocasiones, la desolación golpea a nuestra puerta desestabilizándonos y confundiéndonos. Las horas amargas parecen eternas y nos dejan exhaustos. Sin embargo no son infértiles, ya que suelen traernos enseñanzas que de otro modo no registraríamos El dolor nos enseña a "soltar", a "no controlar", a ser "solidarios y empáticos", a “crecer” como personas y a “cambiar”. Las crisis, las enfermedades, las heridas pueden ser las instancias, que nuestro espíritu necesitaba para su evolución y madurez. Sin embargo, ¡qué duro es transitar el dolor! ¡Y qué paradoja es reconocer que en las crisis es cuando más aprendemos! Lo importante es no anestesiar el dolor, no bloquearlo (aunque sea la tentación inmediata). Atravesarlo, como si fuera nuestro Huerto de los Olivos. No resistirse a los sentimie...