La falta de trabajo daña el espíritu, así como la falta de oración daña la actividad práctica, y es por eso que la oración y el trabajo deben estar siempre unidos, en armonía, tal como enseñaba san Benito.
El trabajo es algo propio de la persona humana, y expresa su dignidad de criatura hecha a imagen de Dios. Por eso, la gestión del trabajo supone una gran responsabilidad social, que no se puede dejar a merced de la lógica del beneficio o de un mercado divinizado, en el que con frecuencia se considera a la familia como un peso o un obstáculo a la productividad.
Papa Francisco
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