«El magis [mas] no es
ignaciano sino en la medida en que se aprende a insertarlo en el deseo personal
que vive y habla en el corazón de cada hombre. Para Ignacio fue una liberación
descubrir que su deber no era inventarlo todo el mismo, sino que Dios hablaba
en lo más profundo de su corazón y le impulsaba delicadamente hacia un plus de
vida. Así, poco a poco, desarrollo y refino su arte del discernimiento de espíritus.
Ignacio fue convirtiéndose en san Ignacio a medida que aprendía a escuchar el soplo
del Espíritu orando en lo más profundo de su corazón. Aprendió a discernir
entre las mociones que invitan a un plus de vida, gozo, paz y esperanza (el buen
espíritu), y otras que, pese a lo atractivas que puedan parecer en un
principio, conducen finalmente al “impasse”, la angustia, la tristeza o el vacío
(el mal espíritu). A menudo el magis llevara a un plus de actividad, pero
partirá siempre de la escucha de esa voz silenciosa que habla en nuestro corazón.
Por eso nos gusta calificar la espiritualidad ignaciana de “contemplativa en la
acción”. De ello se sigue que edificar la vida sobre el fundamento del magis
no es una tarea limitada a un periodo concreto de la vida. Se trata más
bien de una actitud y una sensibilidad continuas y dinámicas, un modo de vida que
hace que se desee crecer y afirmarse. No al precio de esfuerzos voluntaristas y
obsesivos, sino porque se han descubierto en lo más profundo del corazón las
huellas de una presencia viva que nos impulsa y que proporciona por sí misma la
fuerza requerida. En efecto, cuanto más podemos aproximamos a la fuente que es
nuestro deseo personal, tanto más hacemos la experiencia de que se nos otorga
una energía casi ilimitada» Nikolaas Sintobin.
Comentarios