Hay días en los que parece que todo se nos escapa de las manos. Los tiempos nos corren, las relaciones se resquebrajan, el dinero no alcanza, el trabajo nos fatiga más de la cuenta  y nos sentimos demandados y cansados.
En esos días conviene respirar profundo, mirar al cielo y pedir la ayuda y el consuelo de Dios.
Son horas duras, muchas veces agobiantes. Sin embargo, también son días de mucha enseñanza si sabemos abrir los ojos y expandir el corazón.
Los seres humanos, vaya paradoja, podemos aprender mucho de los días malos. Cuando todo nos va de maravillas, es común que nos relajemos. Muchos sacerdotes cuentan que es en plena crisis cuando los seres humanos descubren las mejores sendas para sus vidas, se acercan a Dios y se abandonan a la Providencia Divina.
Es de sabios, no el haber leído completas todas las enciclopedias y compendios de pensadores  y estudiosos, sino el disfrutar de la vida cuando ella nos mece suavemente, y fortalecernos en la esperanza cuando llegan los vientos y las tormentas.
Agradecer lo bueno y pedir ayuda en lo malo. Pero sobre todo, aprender en todo momento. Eso es vivir.

@Ale Vallina

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