Señor,
también yo marcho hoy por la vida
como los discípulos de Emaús:
pensando que mi vida no tiene sentido,
creyendo que en la vida todo es negro,
incapaz de ver con mis ojos
la claridad del día y las estrellas de la noche.
Señor, yo, y otros muchos como yo,
tenemos la tentación de creer
que el dolor es más fuerte que la vida.
Yo, y otros muchos como yo,
nos decimos que esto no tiene salida,
que no hay quién lo arregle,
que nos hemos hechos demasiadas ilusiones,
y la realidad es muy distinta.
Señor, yo, y otros muchos como yo,
creemos que nos has abandonado
y nos vamos, cabizbajos, de retirada:
«Porque ya no hay nada que hacer,
porque ya todo está perdido ... »
Señor, ¿no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo?
¿No podrías levantar mi esperanza
de este suelo rastrero por donde camino?
¿No podrías quedarte a comer
y calentar mi corazón frío?
¿No podrías, Señor,
hacer algo para descubrir tu presencia,
que alegre mi existencia?
¿No podrías, Señor, repetir
aquella escena de Emaús en mi vida?
P. Javier Leoz
también yo marcho hoy por la vida
como los discípulos de Emaús:
pensando que mi vida no tiene sentido,
creyendo que en la vida todo es negro,
incapaz de ver con mis ojos
la claridad del día y las estrellas de la noche.
Señor, yo, y otros muchos como yo,
tenemos la tentación de creer
que el dolor es más fuerte que la vida.
Yo, y otros muchos como yo,
nos decimos que esto no tiene salida,
que no hay quién lo arregle,
que nos hemos hechos demasiadas ilusiones,
y la realidad es muy distinta.
Señor, yo, y otros muchos como yo,
creemos que nos has abandonado
y nos vamos, cabizbajos, de retirada:
«Porque ya no hay nada que hacer,
porque ya todo está perdido ... »
Señor, ¿no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo?
¿No podrías levantar mi esperanza
de este suelo rastrero por donde camino?
¿No podrías quedarte a comer
y calentar mi corazón frío?
¿No podrías, Señor,
hacer algo para descubrir tu presencia,
que alegre mi existencia?
¿No podrías, Señor, repetir
aquella escena de Emaús en mi vida?
P. Javier Leoz
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