¿Y si Dios fuera el viento
que penetra por la nariz y tras los poros
hasta oxigenarnos los pulmones y el espíritu?
¿Y si Dios fuera el silencio
que envuelve cada noche en papel de celofán
nuestros sueños azules y locos?
¿Y si Dios fuera el río
que baña y refresca nuestros pies cansados
y colma nuestra sed de vida y ternura en este mundo peregrino?
¿Y si Dios fuera el fuego
que quema y consume nuestras entrañas
para que resplandezcan acrisoladas esas pepitas de oro encendidas?
¿Y si Dios fuera el mendigo
que nos tiende su mano
sin atreverse a confesar sus miedos y sus hambres?
¿Y si Dios fuera el niño
que desde las ventanas de su cuerpo
nos hace extrañas figuras de plastilina?
¿Y si Dios fuera el grito
de los pueblos oprimidos de la tierra
que viven y mueren ignominiosamente
reclamando un puñado de libertad?
¿Y si Dios fuera Jesús de Nazaret
muerto y resucitado hace dos milenios
y en la actualidad estandarte de vida y esperanza
de pobres, misericordiosos y perseguidos?
¿Y si Dios fuera a la vez viento, silencio,
perfume, fuego, rocío, música, río,
mendigo, niño, grito, ¡Jesús de Nazaret!?
¿Y si tú y yo también fuéramos Dios
–dioses en miniatura- con las responsabilidades de convertir
este mundo inhóspito en reino de paz y de fraternidad?
¿Y si Dios fuera ¡todo!,
todo lo que vemos,
sentimos,
ignoramos
y deseamos?
Florencio Ulibarri

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