“Te conozco, sé quién eres”
Yo soy el buen
pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. Pero
el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve
venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las
dispersa. Él huye porque sólo trabaja por el pago y no
le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor,
y conozco mis ovejas y las mías me conocen, de
igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por
las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil; a
ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un
solo pastor. Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida
para tomarla de nuevo. Nadie me la
quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y
tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Jn 10, 11-18
“Te conozco, sé quieres eres”. El relato del Buen Pastor
reconduce nuestra mirada al corazón del evangelio. Lo central del anuncio de
Jesús no es una teoría sobre Dios, sino es revelación del corazón de Dios.
En los ojos de Jesús conocemos cómo el Padre nos mira. En
sus gestos comprendemos la ternura y misericordia que brota de las entrañas de
su Padre. En sus palabras oímos “¡Levántate!”, “No tengas miedo”. Son palabras
de ánimo que acompañan y fortalecen.
En otras ocasiones Jesús ha dicho, “Yo soy el camino, la
vedad y la vida” o “Yo soy la luz del mundo”, pero ahora utiliza la imagen del
Pastor para expresar la manera que tiene de amarnos. Jesús nos ama cuidando… y
dando la vida. Y este es y debe se el rasgo distintivo de todo cristiano, amar
cuidando…
Hay tres amores que debemos cuidar
Cuidar el amor a Dios; Con frecuencia olvidamos cuán
necesario es cultivar la relación personal con Dios. Podremos llegar a hacer
grandes cosas por Él, pero si se pierde o descuida la relación personal con El,
nos convertimos en empresarios de la religión o gerentes en espiritualidad.
Muchas veces creemos que por emprender grandes tareas por Dios somos discípulos
de Jesús. La identificación con Jesucristo no viene dado solamente por lo que
hacemos, sino por la manera que tenemos de relacionarnos con Dios. Y es a
partir de esa relación que personalmente tenemos con el Padre como todo lo hacemos
nos convierte en discípulos de su Hijo.
Cuidar el amor a los demás; Es muy conocida la frase “hay
amores que matan”. Cuando amas de verdad quieres el bien del otro, aun cuando
ese bien no te incluya a ti. Es decir, amar a los demás como nos enseñó Jesús,
puede en ocasiones incluir alejarse “por el bien del otro”. Esto
es lo más difícil; amar y querer el bien del otro. No todo “amor” incluye el
bien del otro. Una manera de conocer si el amor que siento por el otro es
auténtico es preguntarme si quiero su bien, si lo procuro aun cuando ello
signifique alejarme “por el bien del otro”.
Cuidar el amor a uno mismo; ¿Por qué en ocasiones no nos
amamos a nosotros mismos? ¿Es posible llegar a odiarse a si mismo? ¿Es
cristiano despreciarse a sí mismo? Hay quienes predican y anuncian que el odio
o el desprecio a sí mismos, es una condición para ser discípulos de Jesús. ¡Qué
mentira más sucia! Creo que quien no tiene un sano amor a si mismo difícilmente
pueda amar sanamente a los demás. El mandamiento del amor al prójimo no excluye
el propio, se funda en él. Cuando el hombre conoce el amor que Dios le tiene,
sabe amarse a sí mismo. Cuida de sí porque se sabe amado por Dios. Se valora a
sí mismo, porque se comprende como obra de Dios...
El rol de pastor que adquiere Jesús con nosotros es de amar
cuidando, conduciendo y acompañando.
Pidamos a Dios no descuidar el amor en su triple dimensión.
Amar es querer el bien. Amar es renunciar por el bien. Amar es cultivar el
bien.
P. Javier Rojas sj
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