«Hacer un lugar»

Todos los años al llegar el Adviento sabemos que ingresamos en un tiempo especial de preparación para celebrar la Navidad.  Y como todos los años también, repetimos aquella famosa frase «este año quiero prepararme bien para la Navidad». Pero al final terminamos repitiendo casi  las mismas palabras que el año anterior «se me vino la Navidad encima y no hice nada de lo había planeado”
¿Cómo quiero este año recibir la Navidad? ¿Dónde desearía recibir al Hijo de Dios? ¿Qué ámbitos o zonas de mi vida necesitan luz de esperanza?
San Alberto Hurtado tiene una expresión, que a mí particularmente me llena de alegría y esperanza. Él, hablando del amor inmenso que siente Dios por nosotros, dice  que «quedó cautivado de amor al contemplar al hombre» y que desde entonces ha procurado nuestro amor y amistad… Esta certeza que tenemos todos, porque Jesús mismo lo confirmó con su vida y con su muerte, debe disponernos con convicción a preparar un lugar al Hijo de Dios en nuestra vida.
¿Por dónde te gustaría comenzar? En definitiva preparar el corazón al Hijo de Dios, es hacer un lugar entre tantas cosas que tenemos y vivimos. Recibir a Dios en nuestro corazón y en nuestra vida es permitirle que su presencia ordene nuestra vida desde la perspectiva del Evangelio.
Estos 6 pasos nos pueden ayudar reflexionar sobre los ámbitos por dónde podríamos comenzar a ordenar o preparar nuestro corazón.

1.         El primero: El valor de la propia persona. Tómate un tiempo y pregúntate ¿cómo estoy viviendo? Recuerda que no se puede amar sanamente a los demás si primero no comienzas por ti. Tal vez esté haciendo falta ordenar tus tareas, tus tiempos, tus obligaciones. Recuerda que «tener más no significa amar más». A veces por equivocación amamos a los demás con «cosas» sin entregarnos nosotros mismos como ofrenda de amor.
2.         El segundo: En la tarea que desempeñas. En cualquier lugar en el que realices una labor, ya sea que se haga con las manos o con el alma, toma conciencia que estás construyendo o impidiendo que algo crezca o se desarrolle. Tus acciones «crean realidad». Por medio de tus acciones o de tus omisiones, creas una realidad que puede ser beneficiosa o dañina para ti y para los demás. Tal vez en este tiempo de Adviento esté haciendo falta revisar si tus actitudes y tus palabras siembran paz, esperanza y amor o por si lo contrario siembran cizaña en medio del buen trigo que Dios ha sembrado en el alma de los que te rodean. ¿Qué estás sembrando en la vida de los demás?
3.         El tercero: El amor puesto en obras. Para nosotros el amor no es solamente un sentimiento sino sobre todo una actitud, una decisión. Es un acto de la voluntad cargada de afecto. El amor es siempre una fuerza que sale de mí hacia el mundo con el deseo profundo de traducir en obras los sentimientos que laten por dentro. Por ello la caridad o la solidaridad es la expresión más grande del amor. Este tiempo de Adviento es un momento especial para cultivar la caridad. ¡Cuántas cosas tienes acumulada que no usas! Si están en buen estado ¿Por qué no donas a quien lo necesita? Despréndete y ayuda a los demás…
4.         La cuarta: Una incesante búsqueda de justicia. Hace unos días atrás leí una frase que decía  «El final del hombre no es la felicidad sino la bondad» Y, creo, que es muy cierto. El hombre bueno es aquel que busca la justicia. Pero no la justicia que busca la venganza y el castigo. Esa no es la justicia de Dios. El justo para Dios es aquel que busca que el otro viva… Es decir, el hombre que busca la misericordia y la conversión. Necesitamos desarrollar un agudísimo olfato para encontrar la bondad en las personas que no nos caen bien o que nos han ofendido. ¿Albergas venganza en tu corazón? ¡Hazle un lugar a Dios ahí, para que transforme y sane tu corazón! No dejes que el odio y el rencor enfermen tu alma. Libérate de ello...
5.         La quinta: Un apasionado amor a la verdad. En este tiempo en que prevalece la apariencia y la simulación,  el amor a la verdad se entiende como el deseo enorme de ser auténticos. El peor daño que podemos hacernos a nosotros mismos es edificar una vida sobre la mentira y el engaño. Pues nada que se construya sobre la mentira puede durar. Nada que tenga la falsedad como base se sostendrá en el tiempo. El tiempo de Adviento, no es sólo un momento de preparar el corazón para Dios, sino también un tiempo para tomar conciencia de mi vida... ¿Edificas tus relaciones en la verdad o en la mentira? ¿Qué ventajas tiene edificar la propia vida sobre la arena de la falsedad?
6.         La sexta: Una fe radical en el futuro.  Vivir con fe en este tiempo es un signo de abandono y confianza. Hoy más que nunca están de moda las “previsiones” de todo tipo, tener fe es sinónimo de locura... Confiar en Dios y tener fe en Él cuando la realidad que vivimos parece contradecir todas sus promesas es un gesto inmenso de amor y confianza en su providencia. Tener fe en Dios es entregarle mi confianza. Es ofrecerle mi vida y la de los que amo para que bajo su protección marchemos hacia adelante, aún y en medio de las dificultades. Confiar en Dios no significa que desaparecerán las luchas y las pruebas, sino que Él será mi cayado firme. Es saber que me sostendrá en la tempestad, y, que si caigo me levantará…  En definitiva tener fe es fundar mi vida en una única certeza: que «somos amados desde lo alto de los cielos y desde lo ancho de la tierra.» ¿Es tu fe una confianza “ciega” en Dios?
 Revisar la propia vida desde la perspectiva de la venida del Hijo de Dios, nos ayuda a “hacer lugar” en el corazón. Si no logras ordenar tu vida como desearías, no le cierres la puerta… Y si por miedo o vergüenza arrimas la puerta no cierres la ventana… Él quiere hacer morada en tu vida.
Pidamos a Dios la gracia de disponer el corazón a su venida. 


P. Javier  Rojas sj

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