«El arte de simular»
En el teatro griego, un solo actor podía representar a diferentes personajes en una obra, para ello se valían de máscaras que ofrecían las características necesarias para representar cada papel.
Detrás de las máscaras el actor ocultaba su verdadera identidad. En esto consiste la esencia de la hipocresía. El término griego hypokrisía hace referencia a la representación o actuación de un papel en el teatro. El actor ejercía su cualidad de fingimiento, simulación, doblez, en definitiva, falsedad. Era para los griegos un “arte” hacer creer al espectador que aquello que estaba aconteciendo sobre el escenario era verdadero. Pero el actor sólo estaba “desempeñando un papel teatral”. No había identidad alguna entre quién es y el papel que representaba. Pero para Jesús y en la actualidad el término hipocresía tiene otro sentido.
Son muy ilustrativas las palabras con las que introduce Mateo el diálogo entre los Fariseos y Jesús. Dice el evangelista « se fueron y deliberaron entre sí cómo atrapar a Jesús en alguna palabra que El dijera», y albergando este deseo en su interior dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con verdad, y no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial. “Dinos, pues, cuál es Tu opinión: ¿Está permitido pagar impuesto al César, o no?”»
La hipocresía es más que evidente. Jesús que conoce el corazón del hombre se da cuenta. Por ello les responde « ¿Por qué me ponen a prueba, hipócritas? ».
El hipócrita siempre siente la necesidad de “exagerar” para “ocultar”. Y porque experimenta en su interior algo diametralmente opuesto a lo que quiere hacer creer, no encuentra otra manera de hacerlo que agregando un “plus” a todo lo que hace, siente o dice. El hipócrita necesita hacer creer al otro –y en ocasiones a sí mismo- lo que en realidad no alberga en su corazón.
Tanto los espectadores como actores del teatro griego sabían que en el escenario se estaba representando un papel aunque ostentara veracidad. Pero en la actualidad el hipócrita quiere hacer creer que hay verdad en la falsedad de su interpretación teatral. El hipócrita finge, simula, maquilla los sentimientos que realmente experimenta, con el objetivo de engañar.
El hipócrita con su actitud finge bondad, virtud o disposición favorable hacia alguien, cuando en verdad no la tiene.
El hipócrita en definitiva es la persona “que finge sentimientos que no tiene, o que expresa ideales que no sigue”. Pregona valores que luego no aplica en la vida. El fingimiento de sentimientos o cualidades se va constituyendo lentamente en el soporte de su existencia al extremo de que termina por creer verdaderamente lo que en realidad no experimenta.
Generalmente solemos tratar con dureza a los hipócritas. El sólo hecho de escuchar que alguien llama hipócrita a otro, hace que surja en nosotros un rechazo casi inmediato. Y cuando nos damos cuenta de que alguien es hipócrita con nosotros hace aflorar sentimientos de profunda indignación. ¿Por qué? Esto es porque cuando alguien dice o se hace eco de mentiras sobre uno, puede que uno reacciones enojándose… Pero cuando el hipócrita dice mentiras y te mira a la cara¸ o se sienta a tu mesa, eso es algo que difícilmente se pueda soportar serenamente. Indigna. Duele. Y lastima.
Cuando Jesús responde a los fariseos diciendo «Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.» da una orden. Que el corazón vuelva a quien pertenece: a Dios, a la verdad. Jesús expresa su deseo de que en el corazón del hombre no reine la falsedad ni la simulación, sino la verdad que nos hace libres.
El hombre actual se ha acostumbrado a simular lo que no es. Aparenta lo que no tiene y expresa lo que no siente, por ello el anhelo de Jesús es que el hombre viva en la verdad. Él si cree en el hombre. Cree que somos capaces de vivir en plenitud sintiendo libertad y paz en nuestro corazón. No nos quiere preocupados porque alguien descubra la mentira que procuramos sostener…
El hipócrita es una persona que sobre todo se engaña a sí mismo. Se daña a sí mismo. Atenta contra sí todo el tiempo. Ha establecido una batalla campal consigo mismo, luchando constantemente por tener paz… pero difícilmente la consigue.
La verdad sobre nosotros mismos, la verdad de nuestras motivaciones y deseos, es lo único que garantiza la felicidad que el hipócrita también pretende conseguir, pero que lastimosamente se ha conformado con simular.
Pidamos a Dios, que la propia vida se edifique sobre los cimientos firmes de la verdad. La verdad de quiénes somos podemos encontrarla siempre en los ojos misericordiosos y comprensivos del Padre.
P. Javier Rojas sj
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