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Todos estamos dotados de talentos únicos que Dios ha puesto a nuestra disposición para hacerlos fructificar. A la manera de un pintor Dios ha extendido su paleta y con pinceladas firmes ha coloreado el corazón de sus hijos con una mezcla d istinta de tonos y de texturas. Esos regalos y dones necesitan ser puestos al servicio del Reino pues todos somos llamados a su construcción. No hay un solo modo de ponerlos al servicio y está más que claro que el Señor nos va llamando según lo propio de cada uno. No nos va a pedir nada de lo cual no nos haya dotado. Es tan absurdo como que se le pidiera a un mono que volara o a un pez que subiera montañas. Esto que puede resultar gracioso no lo es tanto. Lamentablemente existen muchas personas que intentando hacer lo que otros hacen, o ser lo que otros muestran se olvidan del sello único e insustituible que poseen. Sin desarrollar los dones podemos volvernos amargados o desesperanzados y entrar en un círculo vicioso de desaliento y de odiosas comp...