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"Gozaré, Señor, de tu salvación" Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y exulto contigo y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. Porque mis enemigos retrocedieron, cayeron y perecieron ante tu rostro. Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, su pie quedó prendido en la red que escondieron. Él no olvida jamás al pobre, ni la esperanza del humilde perecerá. Sal 9,2-3.4.6.16.19
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Pon tu palabra en medio de mi vida. Pon mi vida en tu mano, pon tu mano en la voz que ahora digo. Pon el sol en mis ojos, pon tus ojos aquí, en estas preguntas; tus caminos trázalos en los míos. Quiero irme en tu marcha, quiero darles tu música a mis pasos. Estos hombres que veo, que me miran, a los que yo les hablo, que preguntan al pasar por tus señas, son, seguro, el destino marcado de mi vida, mi mano, mi palabra. Ponme de par en par porque te encuentren. Valentín Arteaga
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Muchas personas no se acercan a la iglesia porque se reconocen pecadores. Cometen las mismas faltas una y otra vez. Intentan ser buenos y terminan no siéndolo. Se autoexcluyen de la iglesia, sin saber, que para Dios no existen “causas perdidas”. Que todos tenemos un lugar en la casa del Padre. Y que por más de que nos equivoquemos cien veces, y caigamos en las tierras de la desolación, el Señor nos levantará ciento una vez…y aún más, las que sean necesarias. Sorprende encontrar dentro de las comunidades eclesiales personas que se consideran a sí mismas puras y libres de toda mancha. Creen que sus conductas son irreprochables y rebosantes de virtudes…Desprecian a los “pecadores”, olvidando, lamentablemente, que todos lo somos. Y que justamente, Jesús vino para los que se hallan perdidos. No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos… La debilidad, las faltas, los pecados, una fe debilitada y dormida, necesitan del “médico” que todo lo sana, que todo lo cura. ...